23/4/09

APARIENCIAS

Para qué negar que una persona bien vestida consigue en la mayoría de la gente una reacción diferente a que si vistiera con harapos o ropas simplonas y pobres. Un hombre vestido con saco y corbata es saludado de una manera distinta al saludo dedicado a un trabajador común de una fábrica o a un recolector de residuos. Muchas veces ni siquiera es por quién es esa persona, si no por como viste. Es insólito el atractivo que ejerce en muchos de nosotros la visión de un modelo de personas “bien” ya prefijado en muestra mente. En contraposición a que caracterizamos como persona “mal” a quiénes visten de forma postergada. Y decimos que casi nunca es por la persona en sí, ya que si el mismo hombre de saco y corbata, frente a otra gente, a veces frente a la misma, viste con ropa común o desatendida ya no se lo trata igual. Y si no creen, hagan la prueba y me cuentan.
Recordamos merced a lo anterior dicho que hay quienes sostienen que una persona vale por el auto en que circula, o a quienes dicen que de acuerdo al lustre de sus zapatos es el talento, el porte ganador o el valor intrínseco de alguien... como si estas cualidades no partieran por lo que se tiene dentro de la cabeza si no en los pies, o en el garaje.
De todos modos siempre estaremos los que vestimos saco y corbata, muy pocas veces, y ropa descuidada casi siempre sin que nos importe mucho lo que digan los demás, porque sabemos que de cualquier manera no hay que aparentar cosa que no somos. Y también siempre habrá gente que compre esa imagen compuesta por un ambo negro, corbata al tono, par de zapatos lustrados a espejo y último modelo de moda... con un zafio dentro.
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