16/6/09

Juego Peligroso

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Casualmente una tarde, aquellas miradas se cruzaron. Solo sonrisas y un: -Hola, ¿qué tal?- fueron suficiente para que desde aquel momento sus corazones se hablaran en silencio.
En unos pocos días supo calcular la hora en que saldría ella a la vereda para así salir él a compartir una charla. El encantamiento iba creciendo de tarde en tarde.
Cuando aquel dulce ensalmo fue lo suficientemente profundo, ya no bastaron los pequeños gestos de seducción. Esos corazones pedían más.
Es desde entonces, que en los atardeceres, ambas puertas permanecen cerradas... No sea cosa que se entere el marido, o su esposa.
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............................ Para Laura, que pide algún relato en cien palabras del Poeta.
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