PINTOR
Supe por boca de un turista galaico que en la antigua ciudad de Monterrei existió, hace ya muchos años, un joven pintor cuya habilidad para ese arte era común e ignorada. Su recuerdo no ocuparía un lugar en la memoria de alguien sino fuese porque después de sufrir la muerte de sus seres más queridos, y de quedar solo en su castillo, se fue haciendo de una rara habilidad. El muchacho, contaba el gallego, comenzó a pintar de manera genial, pero todo lo que usaba de modelo y que en sus cuadros se veía tan real y luminoso, dejaba de existir, moría.
Pintó en grandes lienzos los jardines de su palacio y estos se extinguieron rápidamente, castillos vecinos expresados por él en sus cuadros acabaron en ruinas. Una bella muchacha que usó de modelo murió irremediablemente. Un afluente del río Támega hoy se ve con agua en el cauce únicamente en unas de sus pinturas. Así, poco a poco, provocó que se fueran oscureciendo aquellos parajes. El cielo, tan hermoso en sus pinturas, se veía gris y tenebroso. La gente, los pájaros y los demás animales huyeron.
En soledad el joven pintor comprendió lo malo de aquella maestría siniestra y cerró con estacas y llaves las puertas de su palacete.
Dice el narrador que luego de varios años, alguien que volvió y se atrevió a romper aquellas puertas solo halló del pintor... un perfecto autorretrato.
Supe por boca de un turista galaico que en la antigua ciudad de Monterrei existió, hace ya muchos años, un joven pintor cuya habilidad para ese arte era común e ignorada. Su recuerdo no ocuparía un lugar en la memoria de alguien sino fuese porque después de sufrir la muerte de sus seres más queridos, y de quedar solo en su castillo, se fue haciendo de una rara habilidad. El muchacho, contaba el gallego, comenzó a pintar de manera genial, pero todo lo que usaba de modelo y que en sus cuadros se veía tan real y luminoso, dejaba de existir, moría.
Pintó en grandes lienzos los jardines de su palacio y estos se extinguieron rápidamente, castillos vecinos expresados por él en sus cuadros acabaron en ruinas. Una bella muchacha que usó de modelo murió irremediablemente. Un afluente del río Támega hoy se ve con agua en el cauce únicamente en unas de sus pinturas. Así, poco a poco, provocó que se fueran oscureciendo aquellos parajes. El cielo, tan hermoso en sus pinturas, se veía gris y tenebroso. La gente, los pájaros y los demás animales huyeron.
En soledad el joven pintor comprendió lo malo de aquella maestría siniestra y cerró con estacas y llaves las puertas de su palacete.
Dice el narrador que luego de varios años, alguien que volvió y se atrevió a romper aquellas puertas solo halló del pintor... un perfecto autorretrato.