Nada más agrio de soportar son esas noches de festejos en lo que poco hay para festejar. Hacer las cosas por obligación, por costumbre o porque la tradición nos lo demande... no es nada feliz, nada...
Como justificativos, en estos menesteres festivos, nos caen bien unos cuantos: el no andar contrariando a la tía que desde hace siglos llega a la fiesta familiar con esos pan dulces incomibles que ella misma prepara, ... el no dar motivos de chismes a esos vecinos, cenando a las diez y yéndonos a dormir a las once mientras ellos arman la acostumbrada festichola popular que dura hasta el amanecer... no echar a perder el tierno mensaje navideño que hace que los niños de la casa esperen hasta medianoche para abrir sus regalos......en fin....
Para qué seguir... solo es una de las tantas fiestas que hemos vivido, lo que no es poca cosa... Procuraremos vivir muchas más... en rebeldía, eso sí... siempre.