Eduarda Sánchez tiene un muerto que golpea en su conciencia.
Esta mujer, hoy de 95 años, recuerda, cada vez que la visito, la historia de su muerto. Y siempre me cuenta lo mismo... Creo que debe ser porque yo suelo llevar nuestra conversación a cosas de su pasado sobre las que nadie le pregunta ya.
Sobre el muerto aquel me relata con lujo de detalles y completamente segura que así fue, que no tengo porqué dudar de ella: Explica que su difunto hermano José, no está muerto, sino que anda por allí. Y que noche a noche viene y le golpea puertas y ventanas...
-Yo tenía como diez años –cuenta- cuando mi hermano, que tenía un año menos, comenzó con fiebres y convulsiones. La encargada de cuidarlo era yo. Y lo cuidaba como podía, nuestros padres estaban todo el día en el campo. El pobre cada vez estaba peor hasta que una tarde dejó de moverse. El doctor, que no vino hasta la noche, lo revisó un poco y dijo que estaba muerto. Me sentí terriblemente mal, me desmayé. Me acostaron y cuando desperté era de madrugada. Mi hermano estaba en un cajón rodeado de velas y flores. Había mujeres que rezaban y lloraban a gritos. A mi me dolía la cabeza, era como si cien martillos golpearan en ella. Como al mediodía cerraron el cajón y lo cargaron en el carro. Ya en el cementerio y justo cuando bajaban el ataúd a la tumba, se multiplicaron los golpes en mi corazón, en mi cabeza, en todo mi cuerpo y... estoy segura, dentro del cajón también. Estuve a punto de desmayarme otra vez, o me desmayé, no lo sé. Solo sé que esos golpes me paralizaron. Todos rezaban y lloraban a los gritos, nadie oía nada. Luego taparon el pozo y yo me callé aquello para siempre.
Doña Eduarda Sánchez está segura que a su hermano lo sepultaron vivo.
Esta mujer, hoy de 95 años, recuerda, cada vez que la visito, la historia de su muerto. Y siempre me cuenta lo mismo... Creo que debe ser porque yo suelo llevar nuestra conversación a cosas de su pasado sobre las que nadie le pregunta ya.
Sobre el muerto aquel me relata con lujo de detalles y completamente segura que así fue, que no tengo porqué dudar de ella: Explica que su difunto hermano José, no está muerto, sino que anda por allí. Y que noche a noche viene y le golpea puertas y ventanas...
-Yo tenía como diez años –cuenta- cuando mi hermano, que tenía un año menos, comenzó con fiebres y convulsiones. La encargada de cuidarlo era yo. Y lo cuidaba como podía, nuestros padres estaban todo el día en el campo. El pobre cada vez estaba peor hasta que una tarde dejó de moverse. El doctor, que no vino hasta la noche, lo revisó un poco y dijo que estaba muerto. Me sentí terriblemente mal, me desmayé. Me acostaron y cuando desperté era de madrugada. Mi hermano estaba en un cajón rodeado de velas y flores. Había mujeres que rezaban y lloraban a gritos. A mi me dolía la cabeza, era como si cien martillos golpearan en ella. Como al mediodía cerraron el cajón y lo cargaron en el carro. Ya en el cementerio y justo cuando bajaban el ataúd a la tumba, se multiplicaron los golpes en mi corazón, en mi cabeza, en todo mi cuerpo y... estoy segura, dentro del cajón también. Estuve a punto de desmayarme otra vez, o me desmayé, no lo sé. Solo sé que esos golpes me paralizaron. Todos rezaban y lloraban a los gritos, nadie oía nada. Luego taparon el pozo y yo me callé aquello para siempre.
Doña Eduarda Sánchez está segura que a su hermano lo sepultaron vivo.