Nada más agrio de soportar son esas noches de festejos en lo que poco hay para festejar. Hacer las cosas por obligación, por costumbre o porque la tradición nos lo demande... no es nada feliz, nada...
Como justificativos, en estos menesteres festivos, nos caen bien unos cuantos: el no andar contrariando a la tía que desde hace siglos llega a la fiesta familiar con esos pan dulces incomibles que ella misma prepara, ... el no dar motivos de chismes a esos vecinos, cenando a las diez y yéndonos a dormir a las once mientras ellos arman la acostumbrada festichola popular que dura hasta el amanecer... no echar a perder el tierno mensaje navideño que hace que los niños de la casa esperen hasta medianoche para abrir sus regalos......en fin....
Para qué seguir... solo es una de las tantas fiestas que hemos vivido, lo que no es poca cosa... Procuraremos vivir muchas más... en rebeldía, eso sí... siempre.
"Así como en los juegos de azar las cifras pares y las cifras impares tienden al equilibrio, así también se anulan y se corrigen el ingenio y la estolidez, y acaso el rústico poema del Cid es el contrapeso exigido por un solo epíteto de las Eglogas o por una sentencia de Heráclito." Borges... "El Inmortal"
23/12/12
21/12/12
6/9/12
QUEJOSOS
Entre la
difusa fauna de quienes critican al gobierno nacional están muchos de aquellos
que más dependen de él en su vida laboral. Así es que se oye, vociferar
desaforados, a quienes viven, de las más variadas formas, de los estados
provinciales, municipales y nacionales. Extraña paradoja.
Con curiosidad
vemos innumerables casos de empleados en distintas reparticiones oficiales que
destilan odio por el impuesto a las ganancias sin ver el trasfondo solidario de
tal postura, o se suman al coro decrépito que clama por la desdolarización, sin
discutir siquiera el perfil de cambio, en el paradigma cultural y productivo,
que tal decisión conlleva.
Además de
estos especímenes se suele ver a varios otros en la misma postura, por ejemplo
aquellos que critican un plan de gobierno pero ocultan su pertenencia y/o simpatía
con aquellos grupos empresariales hostiles al modelo pero parásitos de él, tal
el caso de los que viven de los medios de comunicación opositores, pero que
bien cobran fabulosas sumas de dinero en calidad de publicidad
"oficial",
También están
los casos de aquellos que trabajan para los aberrantes antros de juegos de
azar, o para los saqueadores peajes en las rutas, o en los bancos que alguna
vez fueron gerentes recaudadores de los felizmente acabados casos de los
esquilmadores de trabajadores con el verso de las afjp.
Se quejan
los grandes terratenientes, esos que siempre recurren a las ayudas del estado
cuando cosechan poco pero nunca quieren aportar cuando hacen cosechas récord o
cuando lo que producen sus tierras obtienen precios en millonadas.
Bueno es
que, por tener todo el tiempo ocupado elaborando nuevas tácticas de ventas,
nuevos productos y trabajando para imponerlos en un mercado activo, no se
quejan los comerciantes, ni los fabricantes de insumos de uso cotidiano, ni los
productores de comidas, ropas y bebidas... entre otros.
No vamos a
descubrir nada nuevo en el rastreo de las razones que llevan a dichos quejosos
a tomar tal postura. Son las mismas de siempre. Hay quienes las plantean con
una postura ideológica. Son quienes predican que el "sistema" de vida
mundial va por un camino errado y proponen un cambio total. Para ellos nada que
se haga dentro de estos parámetros es viable así que se oponen lisa y
llanamente. No les importa ni eso que ellos llaman "parches sociales".
Se les entiende el error tomado y acepta. Son los menos.
Junto a
estos se puede ver a quienes critican, obstruyen e insultan parados en uno de
los suelos más embarrados: la envidia. Esta gente toma esa postura agresiva
contra nuestro gobierno solo porque sus
propios referentes, y ellos mismos, son incapaces de tomar el tipo de
decisiones que cambian paradigmas. Son minoría también pero se hacen sentir.
Escupen odio, son de cuidado ya que no entienden razones.
Hay más de
estos grupejos, pero por último en esta crónica, están aquellos que se quejan
sin argumento alguno. Esos hincha pelotas que se lo pasan repitiendo lo que
escuchan en la radio facha, del almacenero tacaño o en los canales televisivos
corruptos. En general estos bichos son unos perezosos que no averiguan nada,
les interesa poco y de lo que menos tienen ganas es de aprender y entender. Son
bastantes, inútiles pero contagiosos.
Como se
dijo, es el contrasentido de los que hacen de la queja una terapia contra sus
propios fantasmas.
Quién más
debería reclamar por algunas posturas equívocas de nuestros comandantes en el
Gobierno, que están pero con acabadas muestras que se trabaja en ello, soy yo,
o quienes como yo, vivimos al día sin que los gobiernos tengan poco y nada que
ver con nuestras ocupaciones. Nosotros trabajamos también, y somos varios
cientos de miles por no decir millones que cada día a alguien brindamos un
servicio, cobramos por él y sobrevivimos ese día. Al otro igual. Así siempre. Y
pagamos el IVA en todo lo que compramos sin chistar, los otros impuestos
agregados por nuestros municipios a cada servicio que usamos, pagamos el
sobreprecio en la tarifa de energía, arancel que mantiene los onerosos sueldos
de otros muchos quejosos de trazos articulados por el gobierno nacional.
Pagamos las nada discriminativas, y cero solidarias, tarifas de las empresas de
tevecable y de comunicación, esas que aprovechando que sus concesiones fueron
echas sin control ni previsión alguna, saquean sin diferenciar a terratenientes
de cartoneros. Nosotros y nuestros hijos estudiamos en colegios públicos con
docentes que, con y sin razón, culpan del abandono educativo, la desidia, la
falta de contenidos curriculares y su magro sueldo al gobierno, pero no
denuncian el profundo perfil de "improductivos" que han tomado muchos
de ellos en cuanto esquivan el camino del sacrificio que tomaron cuando
abrazaron esa sagrada vocación... Y
todo esto solo como algunos ejemplos. Nosotros sí justificaríamos quejarnos,
pero no lo hacemos, nosotros apostamos nuestra piel y nuestra alma a que todos juntos saldremos adelante por
fin, como ciudadanos de un país inclusivo, sin sectarismos vacíos ni quejas vanas.
06/09/12 Javier Tissera
19/6/12
Nino, el que murió de frío
Por Claudia Rafael
(APe).- Apenas fue un atisbo de vana voluntad. El último. El definitivo. “Intentó levantarse y cayó al costado de la cama. Ahí quedó”. Esos últimos instantes del Nino son la fotografía pérfida del sistema. Olvidado, derrapó mil veces hasta que ya nunca se pudo poner en pie. Jorge sabe de esas historias. El es veterano de luchas setentistas. Aquellas que en tiempos oscuros lo vieron refugiado y anónimo entre las casuchas de Villa Tranquila, en Avellaneda y que hoy lo saben de regreso en su Mar del Plata natal. Fue Jorge quien bregó hasta lograr que al Nino se le quitara finalmente el mote de NN y se lo pudiera sepultar como Hernán Vergara, chileno, de más de 60. “Buen soldador”, cuenta Jorge a Ape. “Y alguna vez fue encargado de una metalúrgica pero ¿viste cómo es el sistema? Lo dejó afuera. Y todos se olvidaron de que era un ser humano”.
La casilla de Nino estaba anclada en el asentamiento detrás del estadio mundialista de “la Feliz”. Extrañas contradicciones. Ni el Nino ni las decenas de familias que bordean las vías con sus casillas temblorosas supieron siquiera el significado de la felicidad. “Están hechas con maderas viejas de otras casillas, recortes de chapa que van rescatando del cirujeo, cartones rotos. Tienen una sola habitación de unos tres metros por tres. Están muy agrietadas. Y ahí nomás tienen una calle que los divide de un asentamiento menos precario que arrancó allá por los años 60 con gente que trabajaba en las quintas”, pincela Jorge. “Imagináte cómo será que acá, en la Mar del Plata de las vacaciones y el verano para todos había 14 villas en los 70. Ahora...quién sabe cuántas habrá”.
Las gentes como el Nino van al predio a rescatar piezas arqueológicas del sistema. Algún trozo de comida. Cartón. Viejos electrodomésticos. Lo que sea. “Algunos están cooperativizados. Otros van solos, por su cuenta. Ahí donde vivía Nino era lo último de lo último. Los chicos viven muy mal. Supo haber ahí nomás un emprendimiento avícola que dejó los piletones. Y con las lluvias...ahí han muerto chiquitos en estos años”.
El predio es terreno conocido por todos en el lugar. Aunque más no sea por la prepotencia del humo que, cuando se hacen fogatas en el basural, invade escuelas, casas y calles. Está “a unos cuatro o cinco kilómetros de acá. Antes el predio estaba por acá atrás –dice Jorge-. Eso era por el 70 ó 74. Todas las napas se contaminaron. Después lo pusieron como a 20 cuadras y ahora a cuatro o cinco kilómetros”.
Cuando el Nino dejó de hacer ver su cuerpo cansado por las vías, en la zona de Gutenberg y Labardén, los vecinos lo llamaron. Lo fueron a buscar. Y se encontraron con su geografía ya sin respiro. Los bajocero pertinaces tan ajenos al modelo de Mar del Plata/verano/risas/Bristol le tumbaron toda esperanza. “Cuando vieron el cuerpo llamaron a la policía. Que entró. Dejó el patrullero en la puerta. Se quedó ahí todo el viernes. Y desde la Morgue recién llegaron a las 14 del sábado para llevarlo. Era terrible. Estuvo ahí desde el jueves hasta el sábado. Espantábamos a los perros. Era desesperante. El médico escribió el certificado y puso parocardiorrespiratorio-hipotermia. Y en los datos personales de Nino escribió NN. Tuve que ir al Registro Civil a conseguir algún papel. No se encontró ninguna identificación suya. Recién hoy (por el lunes) lo logramos. Pero a nadie le importa ¿sabés? La morgue está llena de cuerpos así. Olvidados”.
De encargado de una metalúrgica y soldador a NN habitante de asentamiento muerto de frío en su casilla de olvidos y abandonos. Icono de esta patria vejadora de quimeras y de mañanas. Que cercó los límites de la dignidad y vetó el ingreso a la tierra de los derechos y el bienestar a los caídos a los acantilados del desempleo. Nino –como cientos, como miles, como decenas de miles, como millones- vio descerrajarse las puertas de la vida estructurada por el trabajo para caer más y más allá. Para perder las certezas. Para olvidar los destinos. Para dejar de saber cuáles son las certidumbres de una vida constituida por la sirena de la fábrica, por el salario quincena a quincena o mes a mes.
Derrapó cientos de veces hasta transformarse en un número vano. NN como las víctimas de la Alemania nazi. NN como los cuerpos de los desaparecidos del Estado terrorista de los 70. NN como un soldado desconocido de un ejército creciente y fantasmal.
Su historia chiquita, sin grandes titulares, que no sacude las telarañas de un sistema que acorraló hace demasiado tiempo la ternura y el abrazo es la historia de los anónimos que vieron victimizados sus días. Pero esa historia chiquita sin grandes titulares es también la pintura oscura y desmadrada de la transformación. De aquel viejo país que atrajo al Nino, chileno y soldador, a la meca de las promesas, a este otro que es capaz de olvidarse de que dentro de una casilla, ahí nomás del estado mundialista y pegadita a las vías marplatenses había un hombre. Que trabaja en el fango, que no conoce la paz, que lucha por la mitad de un panecillo, como escribía Primo Levi. Pero el sistema (también en palabras de Primo Levi los que vivís seguros en vuestras casas caldeadas, los que os encontráis, al volver por la tarde, la comida caliente y los rostros amigos) conduce cínicamente a preguntarse una y otra vez si esto es un hombre.
Agencia de Noticias Pelota de Trapo
Por Claudia Rafael
(APe).- Apenas fue un atisbo de vana voluntad. El último. El definitivo. “Intentó levantarse y cayó al costado de la cama. Ahí quedó”. Esos últimos instantes del Nino son la fotografía pérfida del sistema. Olvidado, derrapó mil veces hasta que ya nunca se pudo poner en pie. Jorge sabe de esas historias. El es veterano de luchas setentistas. Aquellas que en tiempos oscuros lo vieron refugiado y anónimo entre las casuchas de Villa Tranquila, en Avellaneda y que hoy lo saben de regreso en su Mar del Plata natal. Fue Jorge quien bregó hasta lograr que al Nino se le quitara finalmente el mote de NN y se lo pudiera sepultar como Hernán Vergara, chileno, de más de 60. “Buen soldador”, cuenta Jorge a Ape. “Y alguna vez fue encargado de una metalúrgica pero ¿viste cómo es el sistema? Lo dejó afuera. Y todos se olvidaron de que era un ser humano”.
La casilla de Nino estaba anclada en el asentamiento detrás del estadio mundialista de “la Feliz”. Extrañas contradicciones. Ni el Nino ni las decenas de familias que bordean las vías con sus casillas temblorosas supieron siquiera el significado de la felicidad. “Están hechas con maderas viejas de otras casillas, recortes de chapa que van rescatando del cirujeo, cartones rotos. Tienen una sola habitación de unos tres metros por tres. Están muy agrietadas. Y ahí nomás tienen una calle que los divide de un asentamiento menos precario que arrancó allá por los años 60 con gente que trabajaba en las quintas”, pincela Jorge. “Imagináte cómo será que acá, en la Mar del Plata de las vacaciones y el verano para todos había 14 villas en los 70. Ahora...quién sabe cuántas habrá”.
Las gentes como el Nino van al predio a rescatar piezas arqueológicas del sistema. Algún trozo de comida. Cartón. Viejos electrodomésticos. Lo que sea. “Algunos están cooperativizados. Otros van solos, por su cuenta. Ahí donde vivía Nino era lo último de lo último. Los chicos viven muy mal. Supo haber ahí nomás un emprendimiento avícola que dejó los piletones. Y con las lluvias...ahí han muerto chiquitos en estos años”.
El predio es terreno conocido por todos en el lugar. Aunque más no sea por la prepotencia del humo que, cuando se hacen fogatas en el basural, invade escuelas, casas y calles. Está “a unos cuatro o cinco kilómetros de acá. Antes el predio estaba por acá atrás –dice Jorge-. Eso era por el 70 ó 74. Todas las napas se contaminaron. Después lo pusieron como a 20 cuadras y ahora a cuatro o cinco kilómetros”.
Cuando el Nino dejó de hacer ver su cuerpo cansado por las vías, en la zona de Gutenberg y Labardén, los vecinos lo llamaron. Lo fueron a buscar. Y se encontraron con su geografía ya sin respiro. Los bajocero pertinaces tan ajenos al modelo de Mar del Plata/verano/risas/Bristol le tumbaron toda esperanza. “Cuando vieron el cuerpo llamaron a la policía. Que entró. Dejó el patrullero en la puerta. Se quedó ahí todo el viernes. Y desde la Morgue recién llegaron a las 14 del sábado para llevarlo. Era terrible. Estuvo ahí desde el jueves hasta el sábado. Espantábamos a los perros. Era desesperante. El médico escribió el certificado y puso parocardiorrespiratorio-hipotermia. Y en los datos personales de Nino escribió NN. Tuve que ir al Registro Civil a conseguir algún papel. No se encontró ninguna identificación suya. Recién hoy (por el lunes) lo logramos. Pero a nadie le importa ¿sabés? La morgue está llena de cuerpos así. Olvidados”.
De encargado de una metalúrgica y soldador a NN habitante de asentamiento muerto de frío en su casilla de olvidos y abandonos. Icono de esta patria vejadora de quimeras y de mañanas. Que cercó los límites de la dignidad y vetó el ingreso a la tierra de los derechos y el bienestar a los caídos a los acantilados del desempleo. Nino –como cientos, como miles, como decenas de miles, como millones- vio descerrajarse las puertas de la vida estructurada por el trabajo para caer más y más allá. Para perder las certezas. Para olvidar los destinos. Para dejar de saber cuáles son las certidumbres de una vida constituida por la sirena de la fábrica, por el salario quincena a quincena o mes a mes.
Derrapó cientos de veces hasta transformarse en un número vano. NN como las víctimas de la Alemania nazi. NN como los cuerpos de los desaparecidos del Estado terrorista de los 70. NN como un soldado desconocido de un ejército creciente y fantasmal.
Su historia chiquita, sin grandes titulares, que no sacude las telarañas de un sistema que acorraló hace demasiado tiempo la ternura y el abrazo es la historia de los anónimos que vieron victimizados sus días. Pero esa historia chiquita sin grandes titulares es también la pintura oscura y desmadrada de la transformación. De aquel viejo país que atrajo al Nino, chileno y soldador, a la meca de las promesas, a este otro que es capaz de olvidarse de que dentro de una casilla, ahí nomás del estado mundialista y pegadita a las vías marplatenses había un hombre. Que trabaja en el fango, que no conoce la paz, que lucha por la mitad de un panecillo, como escribía Primo Levi. Pero el sistema (también en palabras de Primo Levi los que vivís seguros en vuestras casas caldeadas, los que os encontráis, al volver por la tarde, la comida caliente y los rostros amigos) conduce cínicamente a preguntarse una y otra vez si esto es un hombre.
Agencia de Noticias Pelota de Trapo
11/3/12
Raro esto de blogger... regreso luego de mucho tiempo y me encuentro el blog totalmente modificado... acostumbrado al perfil anterior no hallo nada, salvo lo escrito... que bien se podría haber perdido y no pasaba nada...
Igual ya estoy acá después de larga ausencia y trataré de volver aunque sea un par de veces a la semana... A los viejos amigos Saludos... ya voy a estar recorriendo sus casas de palabras...
Igual ya estoy acá después de larga ausencia y trataré de volver aunque sea un par de veces a la semana... A los viejos amigos Saludos... ya voy a estar recorriendo sus casas de palabras...
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