12/7/09

LIBRO DE INSTRUCCIONES

“Basta que un libro sea posible

para que exista”

Borges



Ciento veinte mil volúmenes devoró el incendio en la biblioteca de Constantinopla allá por el siglo V de nuestra era. Ochocientos mil fueron quemados en la biblioteca de Alejandría en el año seiscientos cuarenta. Digamos entonces que casi un millón de libros se destruyeron sin más ni más en el transcurso de un par de siglos.

Consta que no se destruyeron todos los libros, y eso indica que aquellos cuya trama resultó ilesa son los que de cierta manera influyeron en muchos otros escritos posteriores. O sea, en esos que han actuado después de mucha adaptación y transformación incluso hasta en este mismo relato… Pero la cuestión central que impulsa esta reflexión es la cantidad de libros que sí resultaron quemados.

Teniendo en cuenta que esos ejemplares eran únicos y se perdieron para siempre, me produce algún desconcierto pensar que alguno de ellos pudo haber cambiado el curso de la historia. Si es que resulta válido creer que la trama de un libro, o de varios, puede cambiar el conjunto de hechos por suceder. Pero este tampoco es un tema para tratar ahora. Puedo sí sospechar, en cambio, que existió un libro con ese poder y se quemó aquella vez, hace como mil quinientos años, o más. No hubo después otro como ese, ni el más leído. Tal vez porque todos los demás fueron escritos por comerciantes y aquel fue creado por el dueño de todo. Y porque fue el primero. Podría agregar que seguramente fue escrito durante el día de más trabajo.

Yo imagino que sus letras se parecían a pequeños dibujos y estaban agrupadas. Cada grupo de esas letras-dibujos ocupaba una superficie más pequeña que esta página y estaban dentro de un rectángulo. Cada uno de ellos era indicador de algo y estaba referido a cada uno de los temas principales. Los rectángulos estaban relacionados entre sí hasta la cantidad de siete. Esos siete juntos formaban un mensaje. Había (no me pregunten como lo sé) setenta mensajes. No puedo, quizás ningún lector-escritor podría hoy, traducir nada de esos mensajes.

Estoy convencido que aquellos mensajes en aquel libro, contenían el verdadero sentido de todo. También estoy convencido que nadie que lo leyó en aquel tiempo lo entendió en realidad. De haberlo alguien comprendido antaño, sabríamos hoy aprovechar bien las virtudes que el fabricante nos brinda con sus productos.

Pero como todos creemos saberlo todo… raramente leemos bien un libro de instrucciones, aunque éste nos dé lecciones nada menos que sobre el uso del mundo mismo.


..