Debo estar emparentado con los Zapotecas,
aquellos del istmo de Tehuantepec,
ya que éstos aseguran descender de las nubes,
y yo vivo ahí, en las nubes.
Y a veces desciendo para buscar los versos
que a muchos poetas terrícolas se les pierden.
O bajo a devolverle las ínfulas a alguno,
sabiendo que no tardarán en subir otra vez.
O caigo a ver como sigue tráfico en la 9 de julio,
y el contrabando de baratijas y baratijones
en las oficinas a cielo abierto de las jefaturas.
O me dejo caer abruptamente sin mucha más razón
que la de tratar de adivinar como hubiese sido...
si hubiese triunfado el ateísmo.
Desde mi lugar puedo ver sin esfuerzo
como sube el precio de los diputados y senadores.
Y puedo ver como nos sobrevuela constantemente
un águila asesina que viene de arriba.
Desde mis nubes puedo ver al sonriente de turno
tratando de convencer al mayor
que lo deje gerenciar unos momentos más.
Veo también como algunos tratan, a los hondazos,
de bajar algunos panes para el día.
Y veo como se van despoblando
cada vez más las nubes,
de Zapotecas... y de gente como yo.