25/4/09

¿Te Acordás Amor?

-¿Te acordás amor, el escándalo que provocamos por el beso que nos dimos aquella tarde? Estábamos sentados frente al Molino Boero, en pleno bulevar Los Milagros.
-¡¡ Qué vergüenza !!, ¡¡ Qué barbaridad !!, ¡¡ Váyanse a otro lugar !!-. ¡¡ Ésta juventud está perdida !!. –Dijeron, (gritaron) las señoronas de largos vestidos y peinados altos, (algunos señorones gritaron lo mismo). Nos fuimos riendo por lo bajo. ¿ Te acordás ? casi llaman a la policía.
Seguimos caminando abrazados.
Ya oscurecía cuando desviamos por la galería de La Tienda. Desviamos por dos razones, la primera fue porque buscábamos que el camino sea más largo, era temprano aún, la segunda porque en la galería había una calesita que a esa hora no funcionaba. Allí continuamos el beso suspendido. Las señoronas pocas veces llegaban a esa altura del pasaje. Las señoronas nunca habían sido besadas frente al Molino Boero ni en el pasaje del carrusel.
Cuando retornamos al bulevar, por el hoy Pasaje Cornaglia, corté unas pequeñas flores para ti, eran amarillas y rojas como las que estaban estampadas en tu vestido.
Hacíamos tiempo hasta que comiencen las películas en el cine Mayo... Íbamos lentamente caminando hacia aquel lugar donde por algunas horas, en la oscuridad cómplice, nos regalaríamos besos y caricias sin sufrir de nadie la censura. El mismo maravilloso lugar en donde, casi seguro, hasta las señoronas dieron, alguna vez, vía libre a sus besos más sostenidos, a sus caricias más atrevidas.
...
-Sí querido, me acuerdo, lo que no recuerdo es a ningún actor y tampoco actriz que actuaran en las películas de aquellas épocas, (tampoco las películas), recuerdo más tu perfume y el brillo de tus ojos, el mismo que tienes ahora que recuerdas. Pero... casi todo está perdido, al menos para nosotros. Vivimos eso hace más de treinta años. Solo nos quedan los recuerdos, además, hoy cualquier pareja se besa frente al viejo Molino Negro sin que lo amonesten y aunque alarguemos el camino, sobre el bulevar Los Milagros... ya no queda ningún cine.





ATARDECERES

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Los atardeceres suelen ser encantadores, dependiendo muchas veces de lo que uno haya vivido durante el día. Por eso suele ocurrir que no es tan buen atardecer aquel que sucede a un día lleno de reveses y desencuentros.
Ayer, sin ir más lejos, perdió River. Y es bien sabido que mal cae eso en unos pocos cientos de personas de la ciudad. Para ellos no fue un buen atardecer ya que quedaron fuera de la copa. Y para nosotros, los de Boca todo fue relativamente bueno, ya que perder por casi nada en Ecuador nos deja aún en carrera. Lo mismo sucede con los que estudian, si no fue bueno el desempeño en algún examen del día, el crepúsculo que acompaña al ineludible encuentro con la familia no va a ser del todo simpático. Y ni hablar de la anochecida de los que trabajan sus diez horas reloj puntualmente, si el jefe se vino con el pie cruzado y estuvo todo el tiempo exigiendo más y más producción... seguramente el regreso a casa para nada será encantador. En ese caso solo queremos llegar para ducharnos, comer y rápidamente perdernos en el escabroso mar de la televisión. Y no habrá quién no se gane un insulto si intenta hacernos ver con buenos ojos lo lindo que está el ocaso.
Ahora, y por aquello mismo, los atardeceres de los días en lo que todo está bien son saludables para nosotros y para los que nos rodean a diario. Cuando así es, todo está bien, y está bien el trato hacia nuestros niños que nos saltan al cuello o con los no tan niños que nos asaltan los bolsillos, con nuestra amada esposa que nos empapela de cuentas a pagar y con los perros que reclaman el paseo de todos los días, incluso con el vecino que no afloja con la música a todo lo que da.
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