16/1/11

Esclavo y César

No me daba el maldito ratón ocasión alguna de entrarle con alguna demanda, bien vivo estaba que yo sabía de su poder y que no se podía negar. Así que fui endureciendo los adjetivos de mis escritos cuando me refería a él. Volví a publicar el mini pasquín de ocho páginas coleccionable y aproveché a fondo lo de internet. Y ni así el tipo acusó recibo. La dureza de su cara iba bien con la de su estómago. Una vez lo tuve cinco minutos a mi alcance y le largue los perros. Recuerdo haberle dicho algo así:

Oiga, bien sé de nuestra rivalidad, del resentimiento de su clase hacia la mía, pero tenga presente que, tal como en la película El Gladiador, en la arena de los Leones puede ser que alguna vez nos encontremos, esclavo y rey, allí quizás no sea tan trágica la cosa y nos perdonemos viejos rencores... Hasta puede ser que salgamos juntos, y ante los aplausos de las hinchadas, nos encaminemos al primer bar y compartamos una birra. En ese momento no me figuré que el tipo solo bebe vinos traídos del Piamonte, así que tampoco hizo el efecto esperado… así seguía yo muriendo en trabajos forzados y sin poder romper las cadenas.

10/1/11

Abandono

Resulta que el camino es largo, muy largo. Son miles de kilómetros los que son necesarios andar descalzo sobre asfalto ardiente. Sin sandalias y nada de paños fríos al atardecer. Con los pies sangrando, curtidos a piedra, pero sangrando igual. Penado a no ser ayudado, a ser ignorado. Es lo que hay que cumplir de condena.

Y eso tan solo para saldar los pagos diarios, las cuotas, de aquel abandono, de esta deuda. Para saldar definitivamente semejante descalabro, hay que caminar así, pero hasta el último minuto en este mundo.

Solo resta esperar que al final del camino surja el frescor de un río caudaloso, precediendo a esas esquivas playas mansas donde el cristalino mar acabará, en un mal rol de verdugo, reparando todo desacierto.