Un buen día el hombre se dio cuenta que el paraíso prometido estaba a sus pies. Fue el día que vio como crecían las semillas que había escondido bajo tierra. El trigo, el maíz y la papa brotaban así de fácil y le proporcionaban comida a su familia, a su tribu. En esa bienaventuranza pudo domesticar animales y usar los árboles para construir casas. En ese paraíso pudo criar a sus hijos. Y fue muy feliz.
La vida del hombre en ese edén se prolongó durante milenios.
Así fue mientras Dios estuvo a cargo del mundo, ahora todo está privatizado.
2 comentarios:
JAJAJAJAJAJAJAJA!
Ciertamente!
jajajajajaja
Un beso, Javier!
Vaya final. Me encanta.
Abrazo
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