18/7/09

UNA NOCHE... RAQUEL




Regresé anoche, aún malherido de amores, al famoso pub “El Doce”. Y lo hice después de un par de meses de vida sedentaria. Volví por pedido expreso de ir a ver actuar a un grupo de ruidosos amigos... mitad músicos y mitad batifonderos, diría nada más que como dato, pero bueno, por cierta prolongada y sincera amistad, allá fui. El desánimo por haber aceptado el acompañamiento quedó disuelto de entrada nomás ya que al intentar abonar mi correspondiente pase el guardapuerta de ninguna manera me quiso aceptar retribución alguna. –Como bienvenida, -dijo-. Lo que me hizo pensar en algo así como el hijo pródigo que retorna. Nada menos.
Seguro que por lo deshabituado fueron transcurriendo lentos, y sin mucho alboroto, el recital y la noche. Conmigo en un rincón solitario, apoyado en la barra entre copas, cigarrillos, el ir y venir del "barman" y el presentido recital de mis amigos. Todo olvidable, hasta que durante un breve silencio, desde el incómodo escenario, al Número Uno se le ocurre decir no sé qué de mí e invitarme a subir a escena. Cosa que, con algo de mala gana hice nomás, pues no era cuestión de desairar a un buen amigo. El intrépido no tardó un segundo en pedirme que cante o recite algo. Yo hubiese preferido que me mande desaparecer, pero... ya estaba allí, ¿qué iba a hacer? Una leve inclinación a modo de saludo hacia el público y un breve intercambio de palabras con los cuatro instrumentistas puso todo a punto de acompañar a mi desentonada voz y a los sonidos que mis dedos pudieran sacarle a ese prestado piano. Después de berrear las cuatro o cinco rebuscadas poesías hubo bastante palmoteo, aunque no hubiese tenido porqué haberlos. Mi actuación no fue de las mejores, un poco por el güisqui y el resto por propia ineptitud. Pero a esa altura de la noche, pensé, a quién le importa el virtuosismo mientras les haya sonado agradable. Y creo que así fue, a juzgar por los suaves asentimientos que alcancé a ver mientras ejecutaba, en el peor sentido, tan dulces versos.
El levantarme, agradecer con una sonrisa a los músicos y con un breve “gracias” a la gente que en lo global de esa desenfrenada fiesta ni siquiera oyó bien de qué se trataba, fue un solo movimiento. Salvo uno o dos amigos, casi irreconocibles por la tenue luz que alcanzaron a palmear mi hombro cuando pasé rápidamente entre ellos, nadie me saludó. Ir hasta la barra y pedir otro "on the rocks", fue también un solo movimiento. Todo así se mantuvo hasta que el tintinear del hielo en la soledad del vaso me alertó que, o el mismo perdía por algún invisible agujeruelo o dicho ardiente líquido yacía en mi estómago. Hecho que era como para ponerse a pensar pues ya iban tres y en compañía de vaya a saber que cantidad de cigarrillos... Y fue a través del humo de esos venenosos cilindros que la vi a ella acercándose... Primero pensé que casualmente elegía ese lugar para abastecerse de algún bebible, pero no, resuelta me miró a los ojos y me habló así:
-Estuvo buena tu breve actuación poeta, y ya que no he visto casi adhesión a tu buena voluntad de recitar para estos sordos, he decidido no solo pensarlo sino también decirlo. Es por eso que estoy acá, y desde luego para que compartamos una copa... la mía, porque veo que la tuya ya fue-
Allí nomás pensé: -Vaya ¡qué mujer!-, mientras hacía una seña al andarín joven de la barra para que diera nueva vida a mi agujereado vaso y al que ella traía en su mano.
Agradezco tu elogio, -le dije-, es algo bueno para la que suponía una mala noche.
-Mi nombre es Raquel, -dijo-, y ninguna noche es mala si uno sabe esperar, ¿oís, por ejemplo, esa música lenta?, es una buena ocasión para bailar, vení, bailemos-.
Su mano tibia tomó la mía y con decisión me llevó a una poblada pista de baile.
Lo que sucedió desde ese momento trataré de describir: Su cintura entre mis manos y sus manos en mis hombros, su pelo rubio que se mecía suavemente como un pequeño jardín de girasoles. Sus ojos color cielo posados en los míos hiriéndolos con una mirada pura, inolvidable. Su rostro blanquísimo reflejando su natural belleza. Y el perfume de su piel, ese maravilloso aroma que terminó extasiando a mis sentidos he hizo que me entregara a sus brazos, a sus movimientos. Y sus labios, sus labios susurrando en mis oídos, sus labios, rozando primero los míos y luego uniéndose a ellos en un soñado y dulcísimo beso, un beso único, para esa ocasión única.
En algún momento entre todo eso que estaba pasando me dijo sonriendo: -vamos a descansar-. Y su mano, ahora en mi espalda, me guió entre la gente hacia el rincón aquel de la barra. Al llegar, ya no estaba conmigo, y al girar tampoco la vi entre la gente. Esperé casi sin moverme, no sé cuanto tiempo, solo sé que despertaron mis sentidos cuando oí el saludo final de mis amigos músicos. Y me hallé otra vez acodado en la lustrosa y dura madera.
Al lado de mi siempre vacía copa estaba la suya, también vacía.

15/7/09

Recuerdos

Un dulzón aroma a madreselvas
envuelve mi cuarto solitario
en este diciembre inesperado.
... No siento ajeno ese efluvio:
Recuerdo de patios del pasado.
...Ayer... ni remoto ni olvidado.

Todo, dice Borges, se repite,
por no se que reglas misteriosas.
Habrán sido otras madreselvas,
otros cuartos y otros diciembres,
más la esencia de todo... es la misma.

En la vieja casa de la Plaza
como en la pensión del Cruce Alberdi
se han tejido, igual que en este cuarto,
enormes recuerdos perdurables.

Pasaron amores generosos,
y pasaron cosas sin piedad...
pasaron cigarros y cervezas,
pasaron murgas y rock and roll.

Pasaron y regresan... insisto,
-quizás lo hago como consuelo-
esas ocasiones ya pasadas
envueltas aquí, yo así aprecio...
de un dulzón aroma a madreselvas

........................................................del libro "Entre Piedras"

12/7/09

LIBRO DE INSTRUCCIONES

“Basta que un libro sea posible

para que exista”

Borges



Ciento veinte mil volúmenes devoró el incendio en la biblioteca de Constantinopla allá por el siglo V de nuestra era. Ochocientos mil fueron quemados en la biblioteca de Alejandría en el año seiscientos cuarenta. Digamos entonces que casi un millón de libros se destruyeron sin más ni más en el transcurso de un par de siglos.

Consta que no se destruyeron todos los libros, y eso indica que aquellos cuya trama resultó ilesa son los que de cierta manera influyeron en muchos otros escritos posteriores. O sea, en esos que han actuado después de mucha adaptación y transformación incluso hasta en este mismo relato… Pero la cuestión central que impulsa esta reflexión es la cantidad de libros que sí resultaron quemados.

Teniendo en cuenta que esos ejemplares eran únicos y se perdieron para siempre, me produce algún desconcierto pensar que alguno de ellos pudo haber cambiado el curso de la historia. Si es que resulta válido creer que la trama de un libro, o de varios, puede cambiar el conjunto de hechos por suceder. Pero este tampoco es un tema para tratar ahora. Puedo sí sospechar, en cambio, que existió un libro con ese poder y se quemó aquella vez, hace como mil quinientos años, o más. No hubo después otro como ese, ni el más leído. Tal vez porque todos los demás fueron escritos por comerciantes y aquel fue creado por el dueño de todo. Y porque fue el primero. Podría agregar que seguramente fue escrito durante el día de más trabajo.

Yo imagino que sus letras se parecían a pequeños dibujos y estaban agrupadas. Cada grupo de esas letras-dibujos ocupaba una superficie más pequeña que esta página y estaban dentro de un rectángulo. Cada uno de ellos era indicador de algo y estaba referido a cada uno de los temas principales. Los rectángulos estaban relacionados entre sí hasta la cantidad de siete. Esos siete juntos formaban un mensaje. Había (no me pregunten como lo sé) setenta mensajes. No puedo, quizás ningún lector-escritor podría hoy, traducir nada de esos mensajes.

Estoy convencido que aquellos mensajes en aquel libro, contenían el verdadero sentido de todo. También estoy convencido que nadie que lo leyó en aquel tiempo lo entendió en realidad. De haberlo alguien comprendido antaño, sabríamos hoy aprovechar bien las virtudes que el fabricante nos brinda con sus productos.

Pero como todos creemos saberlo todo… raramente leemos bien un libro de instrucciones, aunque éste nos dé lecciones nada menos que sobre el uso del mundo mismo.


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11/7/09

Pronombres


Tú y yo son cosas personales.


Que yo soy tuyo y tú eres mía,
son asuntos posesivos.

Estas cosas, y aquellas, suceden,
y son demostrativas...

Aunque te digo que es relativo...

¿Qué? –interrogas.

¡Cómo! –exclamativa gritas
cuando te contesto lo que sabes indefinido :

Que algo es invariable
como muchas cosas son... variables.

..Le escribí hace unos años esta casi-poesía a una amiga que la usó para trampear en una evaluación de Lengua y Literatura en el secundario nocturno.

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7/7/09

Amores

Te sorprende
...

Los amores ardientes
increíbles
los más peligrosos
y para siempre recordables,
son baratos, casi siempre.
...
Los que cuestan son interminables
tibios
tiernos,
hasta divertidos,
También inolvidables,
pero dolorosos.
...
No sé,
concluyo...
que yo de amores sé muy poco.
...

5/7/09

HABLANDO DE TRABAJAR DE LO QUE A UNO LE GUSTA

De las tantas ocupaciones existentes en este roto mundo tiene uno que ser muy mal ligador para caer en la más fastidiosa, pero, así suele ser en casi todos los casos. Y como muestra de eso hay varios botones: Se sabe de la situación en que alguien termina siendo vendedor de pescados cuando lo que quisiera en realidad es ser uno de esos intrépidos pescadores de botecito en el ancho mar, o la de quien acaba de cajero en un banco cuando la meta era tocar rocanrroles hasta morir. Y ni hablar de los casos en el que muchos amigos ven pasar su vida escribiendo memorandos, balances y remitos cuando alguna vez juraron dedicar su vida a recorrer latinoamérica ayudando a los nativos y combatiendo al invasor.
Igual de perdidos por la inhabilidad de saber elegir bien, están quienes intentaron ser grandes influyentes en el pensamiento de la sociedad, pero como ni siquiera tienen imaginación, apenas acabaron conduciendo un desolador programa de radio o escribiendo una penosa columna en un diario de pueblo.
Que de los quehaceres divertidos siempre sea otro el que se encargue no es nuevo, por eso es que hay quién mira con envidia al instructor de gimnasia a domicilio que visita todas las mañanas a las nueve a la morocha que vive en el cientocuatro de la calle Borges y con rabia al que se hizo rico vendiendo maní azucarado en la parada de la plaza central.
Tal vez se deba, este desencuentro ocupacional, a que de las actividades desanimadas, mal pagadas y cansadoras no es tan difícil hacerse, o que nos hagan, cargo. Y no hay que romperse tanto la cabeza pensando. Es más fácil ser tornero, kiosquero o repartidor de pizzas que azafatas o pilotos de aviones que viajan al caribe. Es fácil escribir cosas como estas pero no lo es tanto convertirse en escritores de libros como los de Ingenieros o constructores de edificios en el mar y de cuarenta pisos.

2/7/09

EL ROBO

La situación se estaba volviendo aburrida y monótona, y para colmo ya no quedaba ni una moneda de la última ratería. Tenía que hacer algo de forma urgente. Los muchachos se estaban impacientando... es imposible sobrellevar las tardes en esta aburrida ciudad sin fasos ni cervezas.
El hecho fue entonces casi improvisado. Planeado sin muchas ganas. Un poco por la sequía y otro poco por confiados, confiados en la aparente pachorra de los pueblerinos encargados de la ley.
Lo calculado era sorprender a los cajeros del mini casino local, actuando como cualquier cliente normal, encañonarlos con un par de fierros, arrebatarle cuanta plata fuese posible he irnos como vinimos, en silencio y silbando bajito. Todo fue más o menos bien hasta que un "tero" con aptitud de héroe, en un flash, sacó su pistolón cromado y le metió una bala al Oreja en las costillas, obviamente, entre el Fuji y yo tuvimos que volarle las plumas al "tero" héroe. Y ahí acabó toda la fiesta y se vino la noche. Al desplumado lo emuló el otro "tero" y la refriega se multiplicó. Por esas cosas del azar ni el Fuji ni yo resultamos agujereados en el entrecruce de plomos y el "tero" ayudante ligó un par de caricias que lo obligaron a huir en vuelo rasante. Con los "volantes" que alcanzamos a manotear, y arrastrando al Oreja, levantamos vuelo como pudimos. Lo calculado era perdernos caminando entre la gente pero la balacera animó el avispero y ya no eran posibles los disimulos. Abordamos un taxi de conductor desprevenido y ahí sí, nos alejamos del referido embrollo. El resto no quiero ni recordarlo, al tachero ninguno de nosotros quiso ponerle un broche, nos bajamos cerca del aguantadero y lo dejamos ir. Estaba todo mal y eso no tenía porque ser distinto. El conductor vuelto a nacer llamó a la yuta. El cerco se achicó. Nos atrincheramos en el aburrido vecindario mientras pudimos hasta que no me quedó otra que ordenar el desbande, el sálvese el que pueda.
El Fuji, gracias a la agilidad de sus veintidós años, todavía está huyendo por vaya a saber que callecitas oscuras. El Oreja se desangró hasta quedar más idiota de lo que era y hoy está en un loquero cerca de Rosario y yo estoy viviendo sin quejas mis vacaciones en "canadá"
Aprendí la lección: Por más que te falten los fasos y la cerveza no subestimes a los aparentemente pachorrientos pueblerinos.
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25/6/09

Libros

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Debemos quemar todos los libros
que inútiles llenan los estantes,
solo por estar en los estantes.

Debemos quemar las ediciones
completas de libros olvidables,
solo por tibios y olvidables.

Debemos quemar las ediciones
completas de libros brillantes,
solo por geniales y brillantes.

Debemos quemar todos los libros
después de leerlos y estudiarlos,
así dejan lugar a otros libros
que serán quemados, desde luego,
después de leídos y estudiados.

Debemos quemar todo lo escrito
por autor que quiera enseñarnos
que existe tan solo una verdad :
la que él nos muestra en sus papeles.

Debemos quemar todos los libros
por llevar a creer en la mentira
de que mil versos en un poema
harán realidad las utopías.

Debemos quemar, no tenga duda,
todo lo que escriba aquel que dice
que todo lo hace por su pueblo.

Por eso, seguro en coincidencia:
Debemos quemar todos los libros…
eso sí, guardar como tesoro
de todos los libros, cuatro o cinco.

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20/6/09

SOBRE MI MESA

...

Hay pan sobre mi mesa,
de ayer es el pan,
y poco a poco se va endureciendo.
También se van endureciendo,
y cubriéndose de finas capas de tierra,
algunos libros, sobre mi mesa.

Los suplementos de La Voz
y los “Rocinante” se van poniendo amarillos.
Solo brillan las piedras,
recuerdos de algún viaje,
y la pantalla de la pc.

Hay papeles sobre mi mesa
que tienen escrito ya no sé qué cosas,
ni me importa.
Hay lápices, y útiles de escritura.

Biromes que no escriben ya,
que nunca escribieron,
duermen en un rincón de mi mesa,
también secándose.

En el otro rincón de la mesa duermen
en grises papeles irresueltas poesías.

No hay fotos sobre mi mesa,
indicio que se va endureciendo mi corazón.


...

17/6/09

Dice Berthold Brecht :

“Sobre mi pared
hay una talla japonesa de madera.
Es la máscara de un demonio del mal,
pintado en laca dorada.
Lleno de compasión observo
las venas hinchadas de las sienes,
que revelan el esfuerzo que exige
ser malvado”


Digo yo :

Sobre una pared de mi cuarto
hay una cruz cristiana de madera
con la imagen de Cristo crucificado.
Lleno de compasión observo
la corona de espinas, la herida en un costado,
los clavos atravesando sus manos
y la sangre en sus mejillas.
Eso me revela que mucho más esfuerzo exige
ser manso.


Escribe Johana Ruiz Serpa,
de San Andrés de Sotavento, Colombia:

“Soy indígena.
Soy maestra de San Antonio de Palmito.
Vivo en San Andrés de Sotavento.
Mi comunidad fue declarada indígena por nuestros antepasados.
hace cuatro años trabajo en la escuela,
dándole saberes a los niños.
Ellos vienen con una simple hoja y un lápiz,
descalzos,
algunas veces con el estómago vacío”


Y yo escribo:

Soy un trabajador.
Trabajo de obrero en un lugar de Argentina.
Vivo en Argentina.
Mi grupo fue declarado para siempre obrero
por quienes no lo son.
Hace miles de años que nos obligan a ser peones,
agobiados constructores de todo.
Nuestras condiciones de vida son cada vez peores.
Algunas veces lo nuestro
no es ni siquiera vida.


...

16/6/09

Juego Peligroso

...
Casualmente una tarde, aquellas miradas se cruzaron. Solo sonrisas y un: -Hola, ¿qué tal?- fueron suficiente para que desde aquel momento sus corazones se hablaran en silencio.
En unos pocos días supo calcular la hora en que saldría ella a la vereda para así salir él a compartir una charla. El encantamiento iba creciendo de tarde en tarde.
Cuando aquel dulce ensalmo fue lo suficientemente profundo, ya no bastaron los pequeños gestos de seducción. Esos corazones pedían más.
Es desde entonces, que en los atardeceres, ambas puertas permanecen cerradas... No sea cosa que se entere el marido, o su esposa.
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............................ Para Laura, que pide algún relato en cien palabras del Poeta.
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12/6/09

ALUMNA (La saga continúa)



A Sandra (otra alumna del taller literario que llevó al Poeta a dictarle clases personales) nadie le conocía novios, o cosa parecida. Y no permitía que ningún hombre se acercara mucho a su hermética vida. Era su amiga de toda la vida, medio introvertida y bastante devota de esas cosas de la iglesia católica. De ir a misa regularmente y quién nunca jamás se permitiría un insulto al cielo o a los que en él habitan. Profesora de historia. A las únicas clases que asistía eran a las literarias que él expresaba. Pero de amores, poco y nada.
Sandra y el escritor eran conocidos desde siempre. Desde niñitos sus familias vivían en casas pegadas. Crecieron al mismo tiempo, fueron a los mismos colegios y, salvo un par de años, fueron compañeros de cursos también. Crecieron al mismo tiempo y maduraron casi juntos también. Pero se veían cada vez menos. Así fue entonces que, mientras él comenzaba su carrera en esto de los versos, de los cuentos y los efímeros amoríos y tranzas con el sexo opuesto, ella se concentraba en estudiar historia.
Se recibieron por la misma época, casi. Pero en distintos lugares. Ella de silenciosa profesora de historia y él de marido joven de aquella inocente musicóloga. Pasó el tiempo y volvieron a verse después de la separación conyugal del bardo. Se supieron cruzar sus noches en un pequeño bar-café bien jipiento del barrio Bellavista en el que aquél narraba unos lacónicos cuentos en cien palabras.
Se encontraron a travéz de algunos güisquis en igual cantidad de jueves. Al término del cuarto jueves literario acabaron besándose bajo una rota farola de la nueva costanera del Mapocho.
Le temía a los besos largos Sandra, y él poeta se los hacía interminables. Le arisqueaba ella a las caricias, y él la acariciaba hasta donde le daba el largo de los brazos, y más. Le perturbaba a la gris profesora un cercano hombre de cuerpo entero, y el lírico le ponía todo su cuerpo a disposición. Así se fue dejando domar y en cuestión de un par de semanas hacía el amor como la mujer más sabia.
De amores sabía poco Sandra por aquella época, pero cuando la relación con el poeta acabó bien podía dar hasta un diez en un examen.

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7/6/09

VIRUS ESPÍA (USAR MASCARILLA AL ENTRAR)

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Hoy una ventanita de la pc me dice que, o un virus o un software espía se ha metido en mi máquina...
Yo ya venía suponiendo algo así como un virus. Ultimamente el brilloso aparatejo venía apagándose de una en el momento menos pensado, o se quedaba como inactiva varios segundos. A veces tosía o estornudaba, y hasta en algún momento la noté con cierta temperatura elevada...
De las opciones que se presentan: Gripe aviar, porcina, mal de la vaca loca, el dengue que transmiten los mosquitos o el que te pueden contagiar los apestosos políticos que nos gobiernan... ninguna es compatible con los síntomas de mi joven personal computer. Eso me deja un poco tranquilo, aunque no la pueda aliviar solo con un té con miel y limón.
Lo que me altera un poquitin es la posibilidad del softwar espía... No imagino cuál podría ser el fin pero me da risa pensar que alguien pueda ver mis archivos de word donde escribo sobre ciertos amores turbulentos del pasado, sobre los ojos de Irene María y sobre donde se suele meter mi mano izquierda.
Y ni hablar de la risa que me da saber que alguien pueda ver lo que filma la cámara web de mi pc... que está en el dormitorio y apunta hacia la cama matrimonial...
(da risa pero igual ponerse la mascarilla)
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3/6/09

DESORDEN (recargado)



El tiempo pasa más rápido que de costumbre,


parece.

Las luces y sombras se van de mi punto

así como florecen.

A las palabras cuesta atraparlas

en este mugroso poema.

El método se derrumba y se levanta

por mi desempeño.

Las peroratas sugestivas fluyen

en mi cabeza, y en mi boca, pero poco.

El desarreglo se dilata.

Nunca se ve nada claro,

en estos asuntillos.

Tengo que brindarme más,

pero no es fácil.

Los ruegos de uso más profuso,

en estas cuestiones son...

bueno, ya saben.

Los de todos en estos casos.

Los mismos de siempre.

Pero no me verán a mí

en esas inútiles súplicas de entrecasa,

ni de las otras.

Si no va, no va.

A otra cosa...

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30/5/09

LOS LADOS DE LA CALLE

La diferencia entre el mundo real, que a muchos les resulta gris y cotidiano y este mundo virtual donde no somos más que "fantasmas" detrás de una pantalla..
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Existe una ciudad fantasma más allá de la calle Mariano Rubio, “esa calle que muy pocos conocen, está perdida en los fondos del cementerio del oeste”, según dice Borges. Hay quienes sostienen que dicha ciudad es un reflejo distorsionado de otra ciudad igual de complicada.

Las ciudades son paralelas, solo separadas por una difusa línea luminosa. A una, se la suele ver lúcida y formal, habitable aunque complicada. Divertida casi siempre y llena de conversaciones entretenidas. De la otra se pueden ver sus calles y sus casas son tristes, sus árboles viven en un eterno otoño, sus molinos y comercios se ven quietos y olvidados. Pero son la misma ciudad, Como en un tenebroso espejo se repiten de alguna forma casas, coloquios y habitantes.

De los que deambulan en la ciudad que normal se ve, es poco lo que se puede decir que no haya sido dicho mil veces, pero de los que habitan la copia espectral se puede decir que aunque son un exacto reflejo visual de los que viven en el lado tangible de la luminosa antes nombrada calle, tienen notorias diferencias, y una es que los fantasmas que la recorren emiten un brillo especial que los envuelve permanentemente.

Comparadas mis notas con las del "inglés Johnson (incansable buscador de fantasmas)" puedo decir que eso se debe simplemente a lo siguiente: Quienes son rodeados por un brillo blanco-plateado son aquellos que en la otra ciudad, son hombres de pensamiento libre e ilustrado, los que son acompañados por un brillo dorado, y también brillante, representan a mujeres inteligentes, libres y divertidas. Y los que son señalados por un brillo gris humo, casi negro, son quienes, hombres y mujeres, en ambos lados de la calle… son siempre fantasmas.

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27/5/09

BIGOTE (re)


Escribo poesía
cada vez que me afeito el bigote...
y escribo sobre mi bigote.



Eso da lo mismo que decir
que escribo cada vez que algo me cansa,
y escribo sobre lo que me cansa.



Así es como escribo
sobre los perros vagabundos
y de las veredas rotas de mi barrio,
o de los abusivos avisos comerciales de la TV.



Escribo sobre mi trabajo de escribir,
sobre las flores de mi jardín
y de los ajenos campos llenos de oro.



En ocasiones escribo sobre los demás,
sobre algunos nomás, aunque a veces generalizo.



Escribo de los relojes y de las tardes,
de los domingos y de los centros de compras.



De tanto en tanto escribo de mí,
y de mi idiotez...



Y del presidente escribo, y sus cuarenta ladrones,
y del fútbol y los periodistas de radio.



De las biromes que se pierden.


Y de los almanaques y de los diarios del día.


Escribo pensando en los puntos necesarios,
en las comas y todo eso.



Escribo sobre muchas otras cosas...
y sobre mi bigote, cuando me cansa.




...

26/5/09

ENTRE NOTAS Y VERSOS (Biografía de cierto personaje)

Entre notas y versos


Siempre ha sido un sordo para la música, y lo reconoce. No tiene porque mentir, no sabe distinguir entre los acordes de una guitarra y de una gaita. Pero no envidió nunca a los que sí saben la diferencia entre una síncopa y un sostenido. Los músicos más bien le parecen unos pavotes que no hacen casi nada bien salvo soplar un caño, golpear unos bronces, apisonar con cierto tino unas teclas o rascar durante horas las seis cuerdas de una Fenders. Es más, hasta le producen algún escozor aquellos que saben, con solo escuchar tres notas, si la melodía es de Santana o del Negro Moreno.
Alguna vez uno de estos virtuosos se rió de él porque no supo decirle que la composición que estaba tocando con su guitarra era de una canción del Riky Tabares. ¡Como si el escritor no tuviese nada mejor que hacer que saber identificar con solo escuchar las melodías, las canciones de cualquiera que cante por ahí...!
Lo dicho, siempre ha sido de madera para los sonidos musicales a pesar que estuvo unido un par de años a una mujer que tocaba el violonchelo en la sinfónica del pueblo. O sea que ser neófito en la música, en algunos casos, no quiere decir nada. Ya ven.
Sobre eso quiero decir que a ella no le gustaba mucho meterse en el mar lleno de poesías, novelas y cuentos en los que el poeta navegaba y a él le costaba mucho oír subterfugios musicales cuando estaba educado mejor para leer. De igual manera creo que eso fue esencial para que se enredaran en amores como lo fue para que al fin se separen. Eso sí, lo que hubo en el medio fue bastante bueno. Tan buena como puede ser una relación entre un escritor silencioso y una musicóloga estridente. Y si digo que sus respectivos talentos los unió y luego los separó porque así fue. Ya verán.
Se conocieron un viernes de frío agosto cuando fueron presentados por unos amigos roqueros en común con los que el Escritor solía juntarse un par de horas a componer canciones de protesta. Ella llegó a ese rejunte con ánimo de incluir en él su instrumento. O de aprender a usar uno nuevo. Allí se interesó por la forma en que el bardo componía y por saber cómo se inspiraba y, sobre todo, cómo manejaba la pluma. Se enganchó en unas clases literarias que aquel estaba dictando. Luego se le ocurrió que dichas clases fuesen personalizadas y a domicilio. Pagaba bien, vivía sola y leía con idéntica afición el libro "Entre Piedras" y a Bartok. Y acabaron enredados.
Lo cierto es que su relación inmediatamente se basó en el sexo. Propiamente los sonidos que más tenían en común eran los que hacían mientras estaban revueltos en el catre. Tengo que indicar que provechoso fue que se conocieran siendo ambos muy jóvenes y sin experiencia. Eso los llevó a probar todos los sonidos de esa ciencia nunca bien explicada de la sexualidad. Traía ella como único conocimiento del sexo lo que le había dejado una noche de humo, manoseos hambrientos, besos con gusto a cerveza y dedos intrusos, y vivía ansiosamente la existencia agridulce de un apetito no satisfecho. Eso era bueno porque el escritor estaba casi igual en esas cuestiones. Sus certezas llegaban hasta el momento en que cae la última ropa. Sabía de besos y de caricias profundas, sabía de besos de mujer allá donde lo llevan a uno hasta el cielo, sabía de senos amplios y laxos, pero no sabía que había más allá del descubrimiento de toda una piel fresca, firme y rosada. No sabía que había más allá del desnudo total y del recorrido total. No sabía que pasaría en toda una noche para aprender a recorrer y conocer. Ella tampoco sabía, eso los unió. Y fue bueno aunque no fue para siempre.
La mujer era virtuosa en la ejecución de varios instrumentos musicales pero era mujer y como tal exigía casamiento y niños. El hombre era un silencioso y concienzudo elaborador de intrincados textos divertidos y filosóficos. Y como tal sabía que lo que ella pedía era para él compromiso y mucho ruido. No podrían combinarse en este caso una buena melodía con una mejor canción.
Bastante tiempo después de separados se supo que ella había aprendido a componer canciones dulces y melodiosas gracias a que conoció a uno de esos músicos que arreglan canciones comerciales, hace el amor una vez por semana y a toda hora toca su guitarra. Y del poeta sabemos varias cosas: lo que vamos a narrar en este libro y que anda todavía por ahí atrapado en lánguidos amores y aburridos palabreríos.

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24/5/09

JOVENCITA CONFUNDIDA (Fragmento)

Joven Confundida
Por supuesto que a la joven le maravillaba bastante pensar en lo que aquel hombre de treinta y tantos años, de cuerpo bien atlético, renombrado escritor y con mucha popularidad en cuestiones amatorias, podría hacer con una mujer en una cama… Y ni dudar que no la dejaba dormir esa insistente fantasía en la que se veía a ella misma haciendo cosas inesperadas con un hombre como ese.
Tenía su noviecito ella, como casi todas las adolescentes de su edad, pero no era lo mismo. Con su noviecito eran amigos-novios, y las cosas que hacían cuando nadie los veía eran de un minuto o dos. Nada. Cosas suficientes para una niña, no para la mujer de dieciocho años que ya era, pensaba ella en medio del influjo de sus deseos. Le encantaba pensar en lo que podría aprender con aquel hombre, aprender de lo que él sabía, de su experiencia. Cosas que ella en teoría ya sabía pero que nunca había consumado. ¡Y vaya si ella sabía de las habilidades del hombre aquel en las técnicas del amor y del sexo!, él fue durante un tiempo amante de su prima Claudia, aquella prima que en incontables ocasiones la llevaba a ella como coartada a sus citas amorosas.
Inventaban salir de paseos o de compras juntas pero iban a la casa del poeta en el otro barrio. Ella tenía que esperar en la cocina mientras aquellos, desde el dormitorio de puertas abiertas, suspiraban, gemían y aullaban cosas que la inquietaban y despertaban en ella conmociones sensuales que la dejaban suavemente temblando. Las ataduras de sus inexpertos años comenzaban a ahogarla. Todo en ella pedía ser rescatada por un hombre como ese. Suponía que de otra manera nunca iba a salir de aquel cerco de sueños e inquietudes que en medio de las tardes, y de la noche en su cama solitaria, la ahogaba más y más cada día.
Fue durante esos encuentros a los que iba como acompañante de Claudia que comenzó a desear al que, a sus ojos, era un superhombre. Un "pedazo" de hombre de treinta y tantos años. Y comenzó a sufrir cuando tenía que soportar que no fuese ella la que él esperaba por las tardes, y cuando apenas la saludaba, y que solo cruzara con ella dos o tres palabras, y que se llevara a la cama, que estaba a solo cinco pasos de ella, a su prima. Sufría y más lo deseaba. Claudia estaba casada con Santiago por ese entonces, y el hombre de treinta y tantos años estaba de amoríos con Flor, una hermana de aquel. O sea que su hombre deseado se repartía entre dos mujeres. Y ella se moría de ganas de ser la tercera. Presentía que aquel hombre era capaz de eso, y eso la alentaba. Si ya la segunda, su prima, era un secreto celosamente guardado frente a todos, ella, como tercera, sería un interesante súper secreto. Y siendo así podría encontrarse con él en lugares para los demás impensables, como en el viejo túnel del abandonado tren del parque, lugar secreto al que ella acudía cuando estaba triste y en el que podrían entrar hasta la parte más oscura y recostarse juntitos al costado de los viejos rieles usando como cama sus propias ropas. Y podrían besarse sin que nadie los viera, y desnudarse. y hacerse entre ella y él todo lo que él y la prima se hacían en la cama de su dormitorio sin puerta. O podrían acordar encontrarse en el viejo circuito de carreras, que estaba cerrado pero al que no era difícil acceder y que contaba con techados boxes, duchas incluidas. Allí podrían hacer cosas más locas aún porque había viejos coches de competición con grandes y acolchadas butacas. Viejos coches en los que podrían hacer el amor totalmente desnudos sin temor a que nadie los viera porque, sin competiciones, nadie iba por esos lados. Podrían hacerlo con ella acostada de espaldas sobre la chapa que cubre el motor de los autos o metidos en las fosas que se usan para ver los coches desde abajo. Y hasta podrían estar horas duchándose y amándose mojados con el agua al natural de las duchas abandonadas hasta la próxima carrera.
También, ya que esto sería más que un secreto, podrían ir al hotel más reservado de la ciudad, ese al que van los amantes clandestinos. En ese tipo de hoteles, según le habían contado algunas amigas mayores, hay cuartos preparados al gusto de los amantes. Hay cuartos con camas especialmente grandes y de colchones de agua. Hay otros con cómodas bañeras para dos en las que una perfumada y burbujeante agua te pone a punto para una sesión de masajes sexuales inolvidables... Solía verlo la muchacha, pasar al mediodía caminando de la mano y a las risas y besos con Flor y nuevamente verlo a media tarde, mientras aquella trabajaba, recibir en el departamento en que vivía, con un largo beso en la boca, a su prima Claudia. Así fue conociendo todo del hombre. Y supo de sus cualidades amatorias. Imaginando algunas de acuerdo a lo que oía desde el dormitorio o directamente espiando todos los movimientos desplegados sobre el cuerpo ansioso de su prima en una cama sin sábanas. Supo reconocer, después de mucho comerse con la vista y escuchar, cuales cosas hacían que él gimiera y cuales hacían que fuera la prima la que aullara en una interminable felicidad. Alguna vez aquellos le pidieron a ella permiso para verse en su propia casa. Era en un tiempo en que la novia del hombre no trabajaba. Y no tenían otro lugar para encontrarse. Ella al principio se negó pero el insistente pedido de la prima la convenció. La primera vez que fueron, fue en la ocasión en que los padres de la joven no estaban. Ocuparon la cama matrimonial que ella misma se ocupó de preparar antes y después de su visita. Ahí no pudo ver nada y poco pudo escuchar. La segunda ocasión en que vinieron a su casa estaba su madre. Eso llevó a que los tres se encerraran en su cuarto con el pretexto de estudiar algo inexistente. Ahí, mientras los amantes se prodigaban poco a poco más y más ardientes mimos, ella no despegaba los ojos de la televisión. En pocos minutos los dos estaban amándose bajo las sábanas de su propia cama a un paso de ella que, completamente ignorada, era una espectadora directa de todos los ardientes actos sexuales que, eso si, eran tan silenciosos como sus animadores podían. Sin duda que ella hubiese muerto por que la inviten a sumarse al dúo. Pero nada de eso sucedió.
Al acabar los amantes su tarea erótica le pidió su prima las disculpas innecesarias y le agradeció el permiso concedido... y él ni la miró más que la vez que tuvo que saludarla cuando la ardiente pareja se despidió. Otra vez los acompañó a la terraza de edificio donde vivía Claudia. En el departamento, tres pisos más abajo, estaba su marido descansando. Eligieron una hora en la que no había casi nadie en el edificio y hasta el portero aprovecha para descansar también un rato. Subieron los tres, trabaron la puerta y ahí nomás, mientras ella pretendía concentrarse en algún punto lejano de esa visión de la ciudad, los amantes se desnudaron completamente y comenzaron a besarse, a rozarse, y a penetrarse de a poco. Ella apenas se atrevió comenzó a mirarlos, de reojo primero, y después naturalmente ya que para esos momentos era completamente ignorada. Los amantes parecían gozar mucho más que de costumbre, tal vez, pensaba ella, por estar teniendo sexo a pleno sol y como únicos testigos al celeste cielo y a unas pocas plantas (incluida ella, ya que eso parecía que la consideraban) fijas a sus macetas. Aunque cuando todo iba terminando entre la fogosa pareja le pareció ver, en uno de los cambios de posiciones corporales, fugazmente, la mirada de él quedarse un segundo fija en la suya. Pero tal vez le pareció nomás, no estaba segura y por más que buscó a ver si se repetía, eso no ocurrió. Solo cuando los cuerpos brillantes de húmedos, mojados de saliva y sudores sexuales, se incorporaban del improvisado lecho a cielo abierto ella dejó de mirar y aquellos parecieron verla. Pero todo era ya como normal y ninguno le dijo nada. Solo reían y jugaban a arrojarse las ropas que se hallaban desperdigadas por el piso y entre las plantas. A partir de ahí ella podía entrar al dormitorio mientras ellos en las tardes de citas fugaces hacían el amor ardientemente. La veían, sabían que estaba ahí pero su fogosidad no cambiaba. Nunca le decían nada. Una de aquellas tardes ardientes de sexo la jovencita se sentó en un rincón de la cama. Podía oír hasta el mínimo suspiro, las frases entrecortadas casi siempre sensuales que ambos se decían, los quejidos. Hasta los inesperados sonidos que, en algunos de los tantos cambios de posiciones, los sexos al rojo vivo suelen emitir sin el control de sus dueños. Podía ver el efecto de cada beso, de cada caricia en uno y otro. Podía ver la parte de uno entrar y salir en partes de de la otra. Podía ver como se enrojecían las pieles y las partes, y como se unían una y otra vez. Podía apreciar plenamente el aroma dulzón que irradiaban aquellos cuerpos, el perfume que se instalaba en ella y la enloquecía de placer. Hasta pudo rozar cierta vez con la yema de sus inquietos dedos la piel transpirada del hombre de treinta y tantos que pareció no sentirla. Pudo por fin sentir en sus dedos el ardor del cuerpo de un hombre haciendo el amor. Todos sus sentidos estaban satisfechos aunque no se haya animado a tocar con sus labios, con su boca, lo que hubiese querido besar. La siguiente tarde de pasión fue la que trajo más ansiedad y la más esperada por la joven. Fue en la que estuvo más nerviosa. Como si hubiese comprendido que esa tarde era aquella en la que algo cambiaría para siempre. Esa mañana, como siempre lo hacían, planearon con Claudia la escapada. Dijeron a quienes les escuchaban que irían al comprar cosas para la casa y luego al cine. Por la tarde, a la hora de siempre tocaron suavemente la puerta y fueron recibidas por el hombre de treinta y tantos que se hallaba vestido solo con un pantalón de playa. Las esperaba con el café listo, como siempre. Aquel café que solo ella solía beber completo. Y así nomás, como si las cosas fueran de lo más normal, entraron los tres casi juntos al dormitorio. Nadie decía una palabra. La pareja comenzó a besarse, en la boca, en el cuello, en los brazos. La jovencita estaba parada al lado de ellos casi tocándolos con su piel virgen y dorada. Y como si todo fuese parte de lo mismo de siempre, se halló de pronto besando y siendo besada, acariciando y siendo acariciada, desvistiendo y siendo desvestida. Se halló de pronto acostada de espaldas en la cama, enredada en un mar de tibios cuerpos que la movían de un lado a otro. Y tocando con ambas manos el cuerpo del soñado del hombre de treinta y tantos. Y se sentía tocada por él. Sentía su boca curiosa, mojada y hambrienta entre sus senos, en su vientre. Sentía lo que siempre había soñado, su boca y su lengua entre sus piernas. Cuando estaba a su alcance, palpaba esa parte del hombre que ya conocía de vista. Y le parecía mejor aún de lo que había imaginado. Le parecía más grande, formidable. Le parecía hecha a su medida. Y comprobó que sin duda lo era ya que en un momento intuyó a su portador en posición y sintió entrar dócilmente aquello anhelado en su nunca antes domada aridez. Luego fueron una y otra vez, y unas y otras partes, durante un tiempo en que ninguna otra cosa existió. Hasta que se vio a sí misma reuniendo su ropa, vestirse lentamente y caminar hacia el olvidado café que frío esperaba sobre la mesa de la sala.Tal como había supuesto, ya nada fue como antes. Aquella fue la última ocasión en que el poeta le permitió a Claudia apelar a ella como compañía para esconder sus ardientes e ilegales encuentros amorosos.

CITAS

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Siempre llegué tarde a las citas. Cuando era joven más. Recuerdo una vez que con una agraciada jovencita habíamos acordado encontrarnos en un romántico barcito de la calle Piedras, a las cuatro de la tarde, en cierto día de agosto. Y fui, ese mismo día y a esa misma hora... pero siete años después.
Por supuesto, ella ya no esperaba y el barcito romántico era ahora un bacanal ultramoderno con pocas luces y muchachas sonrientes casi desnudas.
A lo mejor del barcito aquel pasaron a éste porque nadie acudía a las citas. Ahora, señoritas agraciadas y caballeros impuntuales, están ahí.
...

22/5/09

No soy ordenado

...

He visto el corazón de Laura,

todo tan perfecto,

y decidido.

Como ella,


hermosa,

y acomodada.

Me llevó, en algún momento,

a vivir allí con ella, Laura,

pero no pude quedarme...

No tengo la suerte de ser hermoso,

ni ordenado.


......